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EDUARDO GALEAN EDUARDO GALEANEDUARDO GALEANO

EL FUTBOL EL FUTBOLEL FUTBOL

A SOL Y SOMBRA A SOL Y SOMBRAA SOL Y SOMBRA

Y OTROS ESCRITOS Y OTROS ESCRITOSY OTROS ESCRITOS

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Eduardo Hughes Galeano naciÛ en 1940, en Montevideo, Uruguay. A los 14

aÒos entrÛ en el mundo del periodismo, publicando dibujos que firmaba ́Giusa,

para la dificultosa pronunciaciÛn castellana de su primer apellido. Alg ̇n tiempo

despuÈs empezÛ a publicar artÌculos. Se firmÛ Galeano y asÌ se le conoce. Ha

hecho de todo: fuÈ mensajero y dibujante, peÛn en una f·brica de insecticidas,

cobrador, taquÌgrafo, cajero de banco, diagramador, editor y peregrino por los ca- minos de AmÈrica. En su ciudad natal fuÈ colaborador y posteriormente redactor

jefe (1960 - 1964) del semanario ́Marchaa y director del diario ́...pocaa. En Buenos

Aires, Argentina, fundÛ y dirigiÛ la revista ́Crisisa. Estuvo exiliado en Argentina y

EspaÒa desde 1973; a principios de 1985 regresÛ al Uruguay; desde entonces

reside en Montevideo.

Ha escrito varios libros, entre ellos Las venas abiertas de AmÈrica Latina (1971),

Vagamundo (1973), La canciÛn de nosotros (1975), DÌas y noches de amor y de

guerra (1978) y los tres tomos de Memoria del fuego: Los nacimientos (1982), Las

caras y las m·scaras (1984) y El siglo del viento (1986). El libro de los abrazos

apareciÛ en 1989. En 1993, Las palabras andantes, [1995] El f ̇tbol a sol y som- bra; [1995] Las aventuras de los dioses; [1998] Patas arriba. La escuela del mundo

al revÈs. TambiÈn publicÛ recopilaciones de artÌculos y ensayos: [1989] Nosotros

decimos no; [1992] Ser como ellos; [1994] ⁄selo y tÌrelo.

En dos ocasiones, en 1975 y 1978, Galeano obtuvo el premio Casa de las

AmÈricas. En 1989, recibiÛ en los Estados Unidos el American Book Award por

Memoria del fuego. En 1999, Galeano fue el primer escritor galardonado por la

FundaciÛn Lannan (Santa Fe, USA) con el premio a la libertad cultural.

Sus obras han sido traducidas a m·s de veinte lenguas.

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EDUARDO GALEANO EDUARDO GALEANOEDUARDO GALEANO

EL FUTBOL EL FUTBOLEL FUTBOL

A SOL Y SOMBRA A SOL Y SOMBRAA SOL Y SOMBRA

Y OTROS ESCRITOS Y OTROS ESCRITOSY OTROS ESCRITOS

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Indice

PrÛlogo 5

El f ̇tbol 6

øEl opio de los pueblos? 7

La pelota como bandera 9

El estadio 12

El hincha 13

El fan·tico 15

El jugador 16

El arquero 17

El gol 18

El Ìdolo 18

El mejor negocio del planeta 19

El director tÈcnico 20

El ·rbitro 22

El f ̇tbol criollo 23

El lenguaje de los doctores del f ̇tbol 24

El Mundial del 30 25

Las fuerzas ocultas 27

El Mundial del 34 28

El Mundial del 38 29

Gol de Atilio 31

El Mundial del 50 32

Moacir Barbosa 34

Obdulio 35

El Mundial del 54 36

Gol de Di StÈfano 38

El Mundial del 58 38

Garrincha 40

El Mundial del 62 41

El Mundial del 66 43

PelÈ 46

El Mundial del 70 47

Gol de Maradona 49

El Mundial del 78 50

El Mundial del 86 52

Romario 54

Maradona 54

Los dueÒos de la pelota 59

Se venden piernas (Mundial del 90) 63

EnseÒanzas del Mundial 98 65

F ̇tbol en pedacitos 66

Modelos (Mundial del 2002) 70

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El f ̇tbol a sol y sombra

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PrÛlogo

́Todos los uruguayos nacemos gritando gol y por eso hay tanto

ruido en las maternidades, hay un estrÈpito tremendo. Yo quise ser

jugador de f ̇tbol como todos los niÒos uruguayos. Jugaba de ocho y

me fue muy mal porque siempre fui un ìpata duraî terrible. La pelota

y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspon- dido. TambiÈn era un desastre en otro sentido: cuando los rivales

hacÌan una linda jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado

imperdonable para las reglas del f ̇tbol moderno.a

Eduardo Galeano

Este libro rinde homenaje al f ̇tbol, m ̇sica en el cuerpo, fiesta

de los ojos, y tambiÈn denuncia las estructuras de poder de uno de

los negocios m·s lucrativos del mundo.

Hace unos meses en alguno de los grupos de interÈs que suelo

frecuentar, un profesor dedicado al f ̇tbol solicitÛ colaboraciÛn por- que querÌa saber el el origen de ́la Chilenaa. Estamos hablando de

una habilidad futbolÌstica que consiste en arquearse hacia atr·s y

en el aire pegarle a la pelota con el piÈ. Se suele utilizar tanto para

rechazar una pelota cuanto para sorprender en un remate al arco

desde una posiciÛn inesperada. Recuerdo un gol de Enzo

Franchescoli en un Torneo de Verano jugando para River y contra

alguna selecciÛn europea. Y tambiÈn un gol de chilena del Tano

Novello contra San Lorenzo. Y un rechazo de Mouzo de chilena en

plena ·rea rodeado de atacantes.

Mientras consultaba el libro de Eduardo Galeano para contestar

-con esa solidaridad por compartir el conocimiento que nos carac- teriza a los adictos al correo electrÛnico- se me ocurriÛ cu·ntas

cuestiones nos dedicamos a enseÒar y de las cuales pareciera ser

que sabemos muy poco.

El libro de Galeano permite acercarse a una mirada sobre el

f ̇tbol: sus mitos, su historia, sus personajes. En una galerÌa que

va desde Maradona a PelÈ, pasando por Garrincha y Sanfilippo;

desde los viejos enfrenta-mientos del f ̇tbol rioplatense hasta los

cl·sicos Fla y Flu, pasando por los Mundiales.

Es posible enterarse sobre el origen del f ̇tbol mismo, de la pelo- ta, de los manejos del f ̇tbol-negocio de la FIFA y Havelange, del gol

́olÌmpicoa, de la gambeta y del creador de la mismÌsima ́chilenaa.

Y hay mucho m·s...

Un libro escrito por un ́mendigo del buen f ̇tbola, que recorre los

estadios y pide una linda jugadita, por amor de Dios.

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El f ̇tbol

La historia del f ̇tbol es un triste viaje del placer al

deber. A medida que el deporte se ha hecho industria,

ha ido desterrando la belleza que nace de la alegrÌa de

jugar porque sÌ.

En este mundo del fin de siglo, el f ̇tbol profesional

condena lo que es in ̇til, y es in ̇til lo que no es renta- ble. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hom- bre sea niÒo por un rato, jugando como juega el niÒo

con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana:

bailarÌn que danza con una pelota leve como el globo

que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber

que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.

El juego se ha convertido en espect·culo, con pocos

protagonistas y muchos espectadores, f ̇tbol para mi- rar, y el espect·culo se ha convertido en uno de los ne- gocios m·s lucrativos del mundo, que no se organiza

para jugar sino para impedir que se juegue. La tecno- cracia del deporte profesional ha ido imponiendo un f ̇t- bol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la

alegrÌa, atrofia la fantasÌa y prohibe la osadÌa.

Por suerte todavÌa aparece en las canchas, aunque

sea muy de vez en cuando, alg ̇n descarado carasucia

que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a

todo el equipo rival, y al juez, y al p ̇blico de las tribu- nas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohi- bida aventura de la libertad.

Eduardo Galeano

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El f ̇tbol a sol y sombra

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øEl opio de los pueblos?

øEn quÈ se parece el f ̇tbol a Dios?. En la devociÛn que

le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que el

tienen muchos intelectuales.

En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burlÛ del

f ̇tbol y de ́las almas pequeÒas que pueden ser sacia- das por los embarrados idiotas que lo juegana. Un siglo

despuÈs, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue m·s

que sutil: dictÛ una conferencias sobre le tema de la in- mortalidad el mismo dÌa, y a la misma hora, en la selec- ciÛn argentina estaba disputando su primer partido en

el Mundial del í78.

El desprecio de muchos intelectuales conservadores

se funda en la en la certeza de que la idolatrÌa de la

pelota es la supersticiÛn que el pueblo merece. PoseÌda

por el f ̇tbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo,

y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se

impone a la razÛn humana, la ignorancia aplasta a la

Cultura, y asÌ la chusma tiene lo que quiere.

En cambio, muchos intelectuales de izquierda desca- lifican al f ̇tbol porque castra a las masas y desvÌa su

energÌa revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hip- notizados por la pelota, que ejerce una perversa fascina- ciÛn, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar

como un rebaÒo por sus enemigos de clase.

Cuando el f ̇tbol dejÛ de ser cosas de ingleses y de

ricos, en el RÌo de la Plata nacieron los primeros clubes

populares, organizados en los talleres de los ferrocarri- les y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces,

algunos dirigentes anarquistas y socialistas denuncia- ron esta maquinaciÛn de la burguesÌa destinada a evitar

la huelgas y enmascarar las contradicciones sociales.

La difusiÛn del f ̇tbol en el mundo era el resultado de

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Eduardo Galeano

SÛlo cuatro jugadores catalanes regresaron a EspaÒa

durante la guerra. De los vascos, apenas uno. Cuando

la Rep ̇blica fue vencida, la FIFA declarÛ en rebeldÌa a

los jugadores exiliados, y los amenazÛ con la inhabilita- ciÛn definitiva, pero unos cuantos consiguieron incor- porarse al f ̇tbol latinoamericano. Con varios vascos se

formÛ, en MÈxico, el club EspaÒa, que resultÛ imbatible

en sus primeros tiempos. El delantero del equipo

Euzkadi, Isidro L·ngara, debutÛ en el f ̇tbol argentino

en 1939. En el primer partido metiÛ cuatro goles. Fue

en el club San Lorenzo, donde tambiÈn brillÛ Angel

Zubieta, que habÌa jugado en la lÌnea media de Euzkadi.

DespuÈs, en MÈxico, L·ngara encabezÛ la tabla de

goleadores de 1945 en el campeonato local.

El club modelo de la EspaÒa de Franco, el Real Ma- drid, reinÛ en el mundo entre 1956 y 1960. Este equipo

deslumbrante ganÛ al hilo cuatro copas de la Liga espa- Òola, cinco copas de Europa y una intercontinental. El

Real Madrid andaba por todas partes y siempre dejaba a

la gente con la boca abierta. La dictadura de Franco habÌa

encontrado una insuperable embajada ambulante. Los

goles que la radio transmitÌa eran clarinadas de triunfo

m·s eficaces que el himno Cara al sol. En 1959, uno de

los jefes del rÈgimen, JosÈ SolÌs, pronunciÛ un discurso

de gratitud ante los jugadores, ́porque gente que antes

nos odiaba, ahora nos comprende gracias a vosotrosa.

Como el Cid Campeador, el Real Madrid reunÌa la virtu- des de la Raza, aunque su famosa lÌnea de ataque se

parecÌa m·s bien a la LegiÛn Extranjera. En ella brillaba

un francÈs, Kopa, dos argentinos, Di StÈfano y Rial, el

uruguayo SantamarÌa y el h ̇ngaro Puskas.

A Ferenk Puskas lo llamaban CaÒoncito Pum, por las

virtudes demoledoras de su pierna izquierda, que tam- biÈn sabÌa ser un guante. Otros h ̇ngaros, Ladislao

Kubala, Zoltan Czibor y Sandor Kocsis, se lucÌan en el

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El f ̇tbol a sol y sombra

club Barcelona en esos aÒos. En 1954 se colocÛ la pri- mera piedra del Camp Nou, el gran estadio que naciÛ de

Kubala: el gentÌo que iba a verlo jugar, pases al milÌme- tro, remates mortÌferos, no cabÌa en el estadio anterior.

Czibor, mientras tanto, sacaba chispas de los zapatos.

El otro h ̇ngaro del Barcelona, Kocsis, era un gran cabe- ceador. Cabeza de oro, lo llamaban, y un mar de paÒue- los celebraba sus goles. Dicen que Kocsis fue la mejor

cabeza de Europa, despuÈs de Churchill.

En 1950, Kubala habÌa integrado un equipo h ̇ngaro

en el exilio, lo que le valiÛ una suspensiÛn de dos aÒos,

decretada por la FIFA. DespuÈs, la FIFA sancionÛ con

m·s de un aÒo de suspensiÛn a Puskas, Czibor, Kocsis

y otros h ̇ngaros que habÌan jugado en otro equipo en el

exilio desde fines de 1956, cuando la invasiÛn soviÈtica

aplastÛ la resurrecciÛn popular.

En 1958, en plena guerra de la independencia, Arge- lia formÛ una selecciÛn de f ̇tbol que por primera vez

vistiÛ los colores patrios. Integraban su plantel Makhloufi,

Ben Tifour y otros argelinos que jugaban profesional- mente en el f ̇tbol francÈs.

Bloqueada por la potencia colonial, Argelia sÛlo con- siguiÛ jugar con Marruecos, paÌs que por semejante pe- cado fue desafiliado de la FIFA durante algunos aÒos, y

adem·s disputÛ unos pocos partidos sin trascendencia,

organizados por los sindicatos deportivos de ciertos paÌ- ses ·rabes y del este de Europa. La FIFA cerrÛ todas las

puertas a la selecciÛn argelina y el f ̇tbol francÈs castigÛ

a esos jugadores decretando su muerte civil. Presos por

contrato, ellos nunca m·s podrÌan volver a la actividad

profesional.

Pero despuÈs Argelia conquistÛ la independencia, el

f ̇tbol francÈs no tuvo m·s remedio que volver a llamar

a los jugadores que sus tribunas aÒoraban.

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Eduardo Galeano

El jugador

Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los

cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina.

El barrio lo envidia: el jugador profesional se ha sal- vado de la f·brica o de la oficina, le pagan por divertirse,

se sacÛ la loterÌa. Y aunque tenga que sudar como una

regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, Èl

sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nom- bre, las mujeres suspiran por Èl y los niÒos quieren imi- tarlo. Pero Èl, que habÌa empezado jugando por el placer

de jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora

juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la

obligaciÛn de ganar o ganar.

Los empresarios lo compran, lo venden, lo prestan; y Èl

se deja llevar a cambio de la promesa de m·s fama y m·s

dinero. Cuanto m·s Èxito tiene, y m·s dinero gana, m·s

preso est·. Sometido a disciplina militar, sufre cada dÌa el

castigo de los entrenamientos feroces y se somete a los

bombardeos de analgÈsicos y las infiltraciones de cortiso- na que olvidan el dolor y mienten la salud. Y en las vÌspe- ras de los partidos importantes, lo encierran en un cam- po de concentraciÛn donde cumple trabajos forzados, come

comidas bobas, se emborracha con agua y duerme solo.

En los otros oficios humanos, el ocaso llega con la

vejez, pero el jugador de f ̇tbol puede ser viejo a los treinta

aÒos. Los m ̇sculos se cansan temprano:

-...ste no hace un gol ni con la cancha en bajada.

-ø...ste? Ni aunque le aten las manos al arquero.

O antes de los treinta, si un pelotazo lo desmaya de

mala manera, o la mala suerte le revienta un m ̇sculo, o

una patada le rompe un hueso de esos que no tienen

arreglo. Y alg ̇n mal dÌa el jugador descubre que se ha

jugado la vida a una sola baraja y que el dinero se ha

volado y la fama tambiÈn. La fama, seÒora fugaz, no le

ha dejado ni una cartita de consuelo.

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Eduardo Galeano

El lenguaje de los doctores del f ̇tbol

Vamos a sintetizar nuestro punto de vista, formulan- do una primera aproximaciÛn a la problem·tica t·ctica,

tÈcnica y fÌsica del cotejo que se ha disputado esta tarde

en el campo del Unidos Venceremos F ̇tbol Club, sin

caer en simplificaciones incompatibles con un tema que

sin duda nos est· exigiendo an·lisis m·s profundos y

detallados y sin incurrir en ambig ̧edades que han sido,

son y ser·n ajenas a nuestra prÈdica de toda una vida al

servicio de la aficiÛn deportiva.

Nos resultarÌa cÛmodo eludir nuestra responsabilidad

atribuyendo el revÈs del once locatario a la discreta per- formance de sus jugadores, pero la excesiva lentitud que

indudablemente mostraron en la jornada de hoy a la

hora de devolucionar cada esfÈrico recepcionado no jus- tifica de ninguna manera, entiÈndase bien, seÒoras y

seÒores, de ninguna manera, semejante descalificaciÛn

generalizada y por lo tanto injusta. No, no y no. El confor- mismo no es nuestro estilo, como bien saben quienes nos

han seguido a lo largo de nuestra trayectoria de tantos

aÒos, aquÌ en nuestro querido paÌs y en los escenarios

del deporte internacional e incluso mundial, donde he- mos sido convocados a cumplir nuestra modesta funciÛn.

AsÌ que vamos a decirlo con todas las letras, como es

nuestra costumbre: el Èxito no ha coronado la potencia- lidad org·nica del esquema de juego de este esforzado

equipo porque lisa y llanamente sigue siendo incapaz de

canalizar adecuadamente sus espectativas de una ma- yor proyecciÛn ofensiva hacia el ·mbito de la valla ri-val.

Ya lo decÌamos el Domingo prÛximo pasado y asÌ lo afir- mamos hoy, con la frente alta y sin pelos en la lengua,

porque siempre hemos llamado al pan pan y al vino vino

y continuaremos denunciando la verdad, aunque a mu- chos les duela, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

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El f ̇tbol a sol y sombra

El Mundial del 30

Un terremoto sacudÌa el sur de Italia enterrando a mil

quinientos napolitanos, Marlene Dietrich interpretaba

El ·ngel azul, Stalin culminaba su usurpaciÛn de la re- voluciÛn rusa, se suicidaba el poeta Vladimir Maiakovski.

Los ingleses arrojaban a la c·rcel a Mahatma Gandhi,

que exigÌa la independencia y queriendo patria habÌa

paralizado a la India, mientras bajo las mismas bande- ras AUGUSTO CESAR SANDINO alzaba a los campesi- nos de Nicaragua en las otras Indias, las nuestras, y los

marines norteamericanos intentaban vencerlo por ham- bre incendiando las siembras.

En los Estados Unidos habÌa quien bailaba el reciente

boogie-woogie, pero la euforia de los locos aÒos 20 habÌa

sido noqueada por los feroces golpes de la crisis del 29.

La bolsa de Nueva York habÌa caÌdo a pique y en de- rrumbe habÌa volteado los precios internacionales y es- taba arrastrando al abismo a varios gobiernos latinoa- mericanos. En el despeÒadero de la crisis mundial, la

ruina del precio del estaÒo tumbaba al presidente

Hernando Siles, en Bolivia, y colocaba en su lugar a un

general, mientras el desplome de los precios de la carne

y el trigo derribaban al presidente HipÛlito Yrigoyen, en

la Argentina, y en su lugar instalaba a otro general. En

la Rep ̇blica Dominicana, la caÌda del precio de la az ̇-

car habrÌa el largo ciclo de la dictadura del tambiÈn ge- neral Rafael LeÛnidas Trujillo, que inauguraba su poder

bautizando con su nombre a la capital y al puerto.

En el Uruguay, el Golpe de Estado iba a estallar tres

aÒos despuÈs. En 1930, el paÌs sÛlo tenÌa ojos y oÌdos

para el primer Campeonato Mundial de F ̇tbol. Las vic- torias uruguayas en las dos ̇ltimas olimpÌadas, dispu- tadas en Europa, habÌan convertido al Uruguay en el

inevitable anfitriÛn del primer torneo.

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Eduardo Galeano

El aire olÌa a pÛlvora. Los jugadores de Boca rodearon

al ·rbitro: le exigÌan que anulara el gol por las faltas que

ELLOS habÌan cometido. Como el ·rbitro no les hizo caso,

los jugadores se retiraron, indignados, de la cancha.

El Mundial del 50

NacÌa la televisiÛn en colores, las computadoras ha- cÌan mil sumas por segundo, Marilyn Monroe asomaba

en Hollywood. Una pelÌcula de BuÒuel, Los olvidados, se

imponÌa en Cannes. El automÛvil de Fangio triunfaba

en Francia. Bertrand Russell ganaba el Nobel. Neruda

publicaba su Canto general y aparecÌan las primeras

ediciones de La vida breve, de Onetti, y de El laberinto

de la soledad, de Octavio Paz.

Albizu Campos, que mucho habÌa peleado por la in- dependencia de Puerto Rico, era condenado en Estados

Unidos a setenta y nueve aÒos de prisiÛn. Un delator

entregaba a Salvatore Giuliano, el legendario bandido

del sur de Italia, que caÌa acribillado por la policÌa. En

China, el gobierno de Mao daba sus primeros pasos prohi- biendo la poligamia y la venta de niÒos. Las tropas nor- teamericanas entraban a sangre y fuego en la penÌnsula

de Corea, envueltas en la bandera de las Naciones Uni- das, mientras los jugadores de f ̇tbol aterrizaban en RÌo

de Janeiro para disputar la cuarta Copa Rimet, despuÈs

del largo parÈntesis de los aÒos de la guerra mundial.

Siete paÌses americanos y seis naciones europeas, re- ciÈn resurgidas de los escombros, participaron en el tor- neo brasileÒo del 50. La FIFA prohibiÛ que jugara Ale- mania. Por primera vez, Inglaterra se hizo presente en el

campeonato mundial. Hasta entonces, los ingleses no

habÌan creÌdo que tales escaramuzas fueran dignas de

sus desvelos. El combinado inglÈs cayÛ derrotado ante

los Estados Unidos, crÈase o no, y el gol de la victoria

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El f ̇tbol a sol y sombra

En el Mundial del 54, participaron once equipos eu- ropeos, tres americanos, TurquÌa y Corea del Sur. Brasil

estrenÛ la camiseta amarilla con cuello verde, en vista

de que la anterior camiseta, blanca, le habÌa dado mala

suerte en Maracan·. Pero el color canarito no tuvo efec- to inmediato: Brasil fue derrotado por HungrÌa en un

partido violento, y no pudo llegar ni a las semifinales. La

delegaciÛn brasileÒa denunciÛ ante la FIFA al ·rbitro

inglÈs, que habÌa actuado ́al servicio del comunismo

internacional, contra la CivilizaciÛn Occidental y Cris- tianaa.

HungrÌa era la gran favorita de esta Copa. El demole- dor equipo de Puskas, Kocsis y Hidegkuti llevaba cuatro

aÒos invicto, y poco antes del Mundial habÌa goleado a

Inglaterra 7 a 1. Pero Èste fue un campeonato extenuan- te. Tras el duro enfrentamiento con los brasileÒos, los

h ̇ngaros exprimieron sus energÌas contra los urugua- yos. HungrÌa y Uruguay jugaron a muerte, sin darse tre- gua, y se agotaron mutuamente hasta que dos goles de

Kocsis definieron el partido en el alargue.

La final fue contra Alemania. HungrÌa ya la habÌa de- rrotado por paliza, 8 a 3, al comienzo del Mundial, y en

aquel partido habÌa quedado fuera de combate el capi- t·n Puskas. En la final, Puskas reapareciÛ, jugando a

duras penas en una sola pierna, al frente de un equipo

brillante pero gastado. HungrÌa, que iba ganando 2 a 0,

acabÛ perdiendo 3 a 2, y Alemania conquistÛ su primer

tÌtulo mundial. Austria obtuvo el tercer lugar. Uruguay,

el cuarto.

El h ̇ngaro Kocsis fue el goleador de la Copa, con once

tantos, seguido por el alem·n Morlock, con ocho, y el

austrÌaco Probst, con seis. De los once goles de Kocsis,

el m·s golazo fue hecho contra Brasil. Kocsis se lanzÛ

como un aviÛn, volÛ un buen rato en el aire y cabeceÛ al

·ngulo.

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Eduardo Galeano

Gol de Di StÈfano

Fue en 1957. EspaÒa jugaba contra BÈlgica. Miguel

madrugÛ a la defensa belga, se infiltrÛ por la derecha y

lanzÛ un centro. Di StÈfano se arrojÛ en plancha y desde

el aire rematÛ, de taco, al gol. Alfredo Di StÈfano, el astro

argentino que se habÌa nacionalizado espaÒol, tenÌa la

costumbre de meter goles asÌ. Toda valla abierta era una

crimen imperdonable, que exigÌa de inmediato castigo, y

Èl ejecutaba la pena metiendo estocadas de duende ban- dido.

El Mundial del 58

Los Estados Unidos lanzaban un satÈlite a los altos

cielos: la nueva lunita giraba en torno a la tierra, se cru- zaba con los sputniks soviÈticos y no los saludaba. Y

mientras las grandes potencias competÌan en el m·s all·,

en el m·s ac· comenzaba la guerra civil de el LÌbano,

Argelia ardÌa, se incendiaba Francia y el general De Gaulle

alzaba sus dos metros de altura sobre las llamas y pro- metÌa la salvaciÛn. En Cuba fracasaba la huelga general

de Fidel Castro contra la dictadura de Fulgencio Batis- ta, pero en Venezuela otra huelga general volteaba la

dictadura de PÈrez JimÈnez. En Colombia, conservado- res y liberales bendecÌan con elecciones su reparto del

poder, al cabo de una dÈcada de guerra de exterminio

mutuo, mientras Richard Nixon era recibido a pedradas

en su gira latinoamericana. JosÈ MarÌa Arguedas publi- caba Los rÌos profundos. AparecÌan La regiÛn m·s trans- parente, de Carlos Fuentes, y los Poemas de amor de

Idea VilariÒo.

En HungrÌa, caÌan fusilados Imre Nagy y otros rebel- des del 56, que habÌan querido democracia en lugar de

burocracia, y en HaitÌ morÌan los rebeldes que se habÌan

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El f ̇tbol a sol y sombra

alzado al asalto del palacio donde Papa Doc Duvalier rei- naba rodeado de brujos y verdugos. Juan XXIII, Juan el

Bueno, era el nuevo Papa de Roma, el prÌncipe Carlos

era el futuro monarca de Inglaterra, Barbie era la nueva

reina de las muÒecas, Jo„o Havelange conquistaba la

corona brasileÒa en el negocio del f ̇tbol, mientras en el

arte del f ̇tbol un muchacho de diecisiete aÒos, llamado

PelÈ, se consagraba rey del mundo.

La consagraciÛn de PelÈ tuvo lugar en Suecia, duran- te el sexto Campeonato Mundial. Participaron del tor- neo doce equipos europeos, cuatro americanos y ningu- no de otras latitudes.

Los suecos pudieron ver los partidos en las canchas y

tambiÈn en sus casas. ...sta fue la primera vez que la

Copa se transmitiÛ por televisiÛn, aunque sÛlo llegÛ en

vivo y en directo al ·mbito nacional y el resto del mundo

la recibiÛ despuÈs.

...sta fue, tambiÈn, primera vez que un paÌs ganÛ la

Copa jugando fuera de su continente. En el Mundial del

58, la selecciÛn brasileÒa empezÛ m·s o menos, pero fue

arrolladora a partir del momento en que los jugadores

se sublevaron y pudieron imponer al director tÈcnico el

equipo que ellos querÌan. Entonces, cinco suplentes se

hicieron titulares. Entre ellos, PelÈ, un adolescente des- conocido, y Garrincha, que ya traÌa mucha fama desde

Brasil y mucho se habÌa lucido en los juegos previos,

pero habÌa sido excluido del Mundial porque los estu- dios psicotÈc-nicos le habÌan diagnosticado debilidad

mental. Ellos, suplentes negros de jugadores blancos,

brillaron con luz propia en el nuevo equipo de estrellas,

junto a otro negro de juego deslumbrante, DidÌ, que desde

atr·s les organizaba las magias.

Juego y fuego: el periÛdico World Sports, de Londres,

dijo que habÌa que restregarse los ojos para creer que

aquello era cosa de este planeta. En las semifinales, con- tra la Francia de Kopa y Fontaine, los brasileÒos gana-

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El f ̇tbol a sol y sombra

fuera. Y otro monstruo sagrado del f ̇tbol, el ruso Yashin,

anduvo tambiÈn con mala pata: el mejor arquero del

mundo se comiÛ cuatro goles ante Colombia, porque

parece que se le fue la mano con los traguitos que lo

entonaban en el vestuario.

Brasil ganÛ el torneo. Sin PelÈ, y bajo la batuta de

DidÌ. Amarildo se luciÛ en el difÌcil lugar de PelÈ, atr·s

Djalma Santos fue una muralla y adelante Garrincha

deliraba y hacÌa delirar. ́øDe quÈ planeta procede

Garrincha?a, se preguntaba el diario El Mercurio, mien- tras Brasil liquidaba a los dueÒos de casa. Los chilenos

se habÌan impuesto a Italia, en un partido que fue una

batalla campal, y tambiÈn habÌan vencido a Suiza y a la

UniÛn SoviÈtica. Se habÌan servido spaguettis, chocola- te y vodka, pero se les atragantÛ el cafÈ: los brasileÒos

ganaron 4 a 2.

En la final, Brasil derrotÛ a Checoslovaquia3a1y

fue, como en el 58, campeÛn invicto. Por primera vez, la

final de un campeonato mundial se pudo ver en directo

por la televisiÛn en transmisiÛn internacional, aunque

fue en blanco y negro y llegÛ a pocos paÌses.

Chile conquistÛ el tercer lugar, la mejor clasificaciÛn

de su historia, y Yugoslavia ganÛ el cuarto puesto gra- cias a un p·jaro llamado Dragoslav Sekularac, que nin- guna defensa pudo atrapar.

El campeonato no tuvo un goleador, pero varios juga- dores convirtieron cuatro tantos: los brasileÒos Garrincha

y Vav·, el chileno S·nchez, el yugoslavo Jerkovic, el

h ̇ngaro Albert y el soviÈtico Ivanov.

El Mundial del 66

Los militares baÒaban a Indonesia en sangre, medio

millÛn de muertos, un millÛn, quiÈn sabe, y el general

Suharto iniciaba su larga dictadura asesinando a los

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El f ̇tbol a sol y sombra

Pak, un dentista de la ciudad de Pyongyang que practi- caba el f ̇tbol en sus ratos libres. En la selecciÛn italia- na jugaban nada menos que Gianni Rivera y Sandro

Mazzola. Pier Paolo Pasolini decÌa que ellos jugaban al

f ̇tbol en buena prosa interrumpida por versos

fulgurantes, pero el dentista los dejÛ mudos.

Por primera vez se transmitiÛ todo el campeonato en

directo, vÌa satÈlite, y el mundo entero pudo ver, todavÌa

en blanco y negro, el show de los jueces. En el mundial

anterior, los jueces europeos habÌan arbitrado 26 parti- dos; en Èste, dirigieron 24 de los 32 partidos disputa- dos. Un juez alem·n obsequiÛ a Inglaterra el partido

contra Argentina, mientras un juez inglÈs regalaba a

Alemania el partido contra Uruguay. Brasil no tuvo me- jor suerte: PelÈ fue impunemente cazado a patadas por

Bulgaria y Portugal, que lo desalojaron del campeonato.

La reina Isabel asistiÛ a la final. No gritÛ ning ̇n gol,

pero aplaudiÛ discretamente. El Mundial se definiÛ en- tre la Inglaterra de Bobby Charlton, hombre de temible

empuje y punterÌa, y la Alemania de Beckenbauer, que

reciÈn empezaba su carrera y ya jugaba de galera, guan- tes y bastÛn. Alguien habÌa robado la copa Rimet, pero

un perro llamado Pickles la encontrÛ tirada en un jardÌn

de Londres. AsÌ, el trofeo pudo llegar a tiempo a manos

del vencedor. Inglaterra se impuso 4 a 2. Portugal entrÛ

tercero. En cuarto lugar, la UniÛn SoviÈtica. La reina

Isabel otorgÛ tÌtulo de nobleza a Alf Ramsey, el director

tÈcnico de la selecciÛn triunfante, y el perro Pickles se

convirtiÛ en hÈroe nacional.

El Mundial del 66 fue usurpado por las t·cticas defen- sivas. Todos los equipos practicaban el cerrojo y dejaban

un jugador escoba barriendo la lÌnea final detr·s de los za- gueros. Sin embargo, Eusebio, el artillero africano de Por- tugal, pudo atravesar nueve veces esas impenetrables

murallas en las retaguardias rivales. Tras Èl, en la lista

de goleadores, figurÛ el alem·n Haller, con seis tantos.

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Eduardo Galeano

PelÈ

Cien canciones lo nombran. A los diecisiete aÒos fue

campeÛn del mundo y rey del f ̇tbol. No habÌa cumplido

veinte cuando el gobierno de Brasil lo declarÛ tesoro na- cional y prohibiÛ su exportaciÛn. GanÛ tres campeona- tos mundiales con la selecciÛn brasileÒa y dos con el

club Santos. DespuÈs de su gol n ̇mero mil, siguiÛ su- mando. JugÛ m·s de mil trescientos partidos, en ochen- ta paÌses, un partido tras otro a ritmo de paliza, y convir- tiÛ casi mil trescientos goles. Una vez, detuvo una gue- rra: Nigeria y Biafra hicieron una tregua para verlo jugar.

Verlo jugar, bien valÌa una tregua y mucho m·s. Cuan- do PelÈ iba a la carrera, pasaba a travÈs de los rivales,

como un cuchillo. Cuando se detenÌa, los rivales se per- dÌan en los laberintos que sus piernas dibujaban. Cuando

saltaba, subÌa en el aire como si el aire fuera una esca- lera. Cuando ejecutaba un tiro libre, los rivales que for- maban la barrera querÌan ponerse al revÈs, de cara a la

meta, para no perderse el golazo.

HabÌa nacido en casa pobre, en un pueblito remoto, y

llegÛ a las cumbres del poder y la fortuna, donde los

negros tienen prohibida la entrada. Fuera de las can- chas, nunca regalÛ un minuto de su tiempo y jam·s una

moneda se le cayÛ del bolsillo. Pero quienes tuvimos la

suerte de verlo jugar, hemos recibido ofrendas de rara

belleza: momentos esos tan dignos de inmortalidad que

nos permiten creer que la inmortalidad existe.

Gol de PelÈ

Fue en 1969. El club Santos jugaba contra el Vasco

da Gama en el estadio Maracan·.

PelÈ atravesÛ la cancha en r·faga, esquivando a los

rivales en el aire, sin tocar el suelo, y cuando ya se metÌa

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Eduardo Galeano

El Mundial del 86

Baby Doc Duvalier huÌa de HaitÌ, rob·ndose todo, y ro- b·ndose todo huÌa Ferdinand Marcos de Filipinas, mientras

los archivos norteamericanos revelaban, m·s vale tarde

que nunca, que Marcos, el alabado hÈroe filipino de la segun- da guerra mundial, habÌa sido en realidad un desertor.

El cometa Halley visitaba nuestro cielo despuÈs de

mucha ausencia, se descubrÌan nueve lunas en torno al

planeta Urano, aparecÌa el primer agujero en la capa de

ozono que nos protege del sol. Se difundÌa una nueva

droga, hija de la ingenierÌa genÈtica, contra la leucemia.

En el JapÛn se suicidaba una cantante de moda y tras

ella elegÌan la muerte veintitrÈs de sus devotos. Un te- rremoto dejaba sin casa a doscientos mil salvadoreÒos y

la cat·strofe nuclear soviÈtica de Chernobyl desataba

una lluvia de veneno radioactivo, imposible de medir y

de parar, sobre quiÈn sabe cu·ntas leguas y gentes.

Felipe Gonz·lez decÌa sÌ a la OTAN, la alianza militar

atl·ntica, despuÈs de haber gritado no, y un plebiscito

bendecÌa el viraje mientras EspaÒa y Portugal entraban

al mercado com ̇n europeo. El mundo lloraba la muerte

de Olof Palme, el primer ministro de Suecia, asesinado

en la calle. Tiempos de luto para las artes y las letras: se

nos iban el escultor Henry Moore y los escritores Simone

de Beauvoir, Jean Genet, Juan Rulfo y Jorge Luis Borges.

Estallaba el esc·ndalo Irangate, que implicaba al presi- dente Reagan, a la CIA y a los contras de Nicaragua en el

tr·fico de armas y de drogas, y estallaba la nave espacial

Challenger, al despegar de Cabo CaÒaveral, con siete tri- pulantes a bordo. La aviaciÛn norteamericana bombardea- ba Libia y mataba a una hija del coronel Gaddafi, para

castigar un atentado que aÒos despuÈs se atribuyÛ a Ir·n.

En una c·rcel de Lima morÌan ametrallados cuatro- cientos presos. Fuentes bien informadas de Miami anun- ciaban la inminente caÌda de Fidel Castro, que iba a des-

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El f ̇tbol a sol y sombra

plomarse en cuestiÛn de horas. Se habÌan desplomado

muchos edificios sin cimientos, con toda la gente aden- tro, cuando un terremoto habÌa sacudido a la ciudad de

MÈxico, el aÒo anterior, y buena parte de la ciudad esta- ba todavÌa en ruinas mientras se inauguraba allÌ el

decimotercer Campeonato Mundial de F ̇tbol.

En la Copa del 86, participaron catorce paÌses euro- peos y seis americanos, adem·s de Marruecos, Corea

del Sur, Irak y Argelia. En MÈxico naciÛ la ola en las

tribunas, que a partir de entonces suele mover a las hin- chadas del mundo al ritmo de la mar bravÌa. Hubo par- tidos de esos que ponen los pelos de punta, como el de

Francia contra Brasil, donde los jugadores infalibles,

Platini, Zico, SÛcrates, fracasaron en los penales; y hubo

dos goleadas espectaculares de Dinamarca, que propinÛ

seis tantos a Uruguay y recibiÛ cinco de EspaÒa.

Pero Èste fue el Mundial de Maradona. Contra Ingla- terra, Maradona vengÛ con dos goles de zurda al orgullo

patrio malherido en las Malvinas: hizo uno con la mano

izquierda, que Èl llamÛ mano de Dios, y el otro con la

pierna izquierda, despuÈs de haber tumbado por los

suelos a la defensa inglesa.

Argentina disputÛ la final contra Alemania. Fue de

Maradona el pase decisivo, que dejÛ solo a Burruchaga

para que Argentina se impusiera3a2y ganara el cam- peonato cuando ya el reloj seÒalaba el fin del partido,

pero antes habÌa ocurrido otro gol memorable: Valdano

arrancÛ con la pelota desde el arco argentino, cruzÛ toda

la cancha y cuando Schumacher le saliÛ al cruce, la co- locÛ contra el poste derecho. Valdano venÌa hablando

con la pelota, le venÌa rogando:

óPor favor, entr·.

Francia se clasificÛ en tercer lugar, seguida por BÈlgi- ca. El inglÈs Lineker encabezÛ la tabla de goleadores,

con seis tantos. Maradona hizo cinco goles, como el bra- sileÒo Careca y el espaÒol ButragueÒo.

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Eduardo Galeano

Romario

Venido desde quiÈn sabe quÈ regiÛn del aire, el tigre

aparece, pega su zarpazo y se esfuma. El arquero, atra- pado en su jaula, no tiene tiempo ni de pestaÒear. En

un fogonazo, Romario asesta sus goles de media vuelta,

de chilena, de volea, de chanfle, de taco, de punta, o de

perfil.

Romario naciÛ en la miseria, en la favela de

Jacarezinho, pero desde niÒo ensayaba la firma para los

muchos autÛgrafos que iba a firmar en la vida. TrepÛ a

la fama sin pagar los impuestos de la mentira obligato- ria: este hombre muy pobre se dio siempre el lujo de

hacer lo que querÌa, disfrutÛn de la noche, parrandero,

y siempre dijo lo que pensaba sin pensar lo que decÌa.

Ahora tiene una colecciÛn de Mercedes Benz y doscien- tos cincuenta pares de zapatos, pero sus mejores ami- gos siguen siendo aquellos impresentables buscavidas

que en la infancia le enseÒaron el secreto del zarpazo.

Maradona

JugÛ, venciÛ, meÛ, perdiÛ. El an·lisis delatÛ efedrina

y Maradona acabÛ de mala manera su Mundial del 94.

La efedrina, que no se considera droga estimulante en el

deporte profesional de los Estados Unidos y de muchos

otros paÌses, est· prohibida en las competencias inter- nacionales.

Hubo estupor y esc·ndalo. Los truenos de la conde- naciÛn moral dejaron sordo al mundo entero, pero mal

que bien se hicieron oÌr algunas voces de apoyo al Ìdolo

caÌdo. Y no sÛlo en su dolorida y atÛnita Argentina, sino

en lugares tan lejanos como Bangladesh, donde una

manifestaciÛn numerosa rugiÛ en las calles repudiando

a la FIFA y exigiendo el retorno del expulsado. Al fin y al

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El f ̇tbol a sol y sombra

cabo, juzgarlo era f·cil, y era f·cil condenarlo, pero no

resultaba tan f·cil olvidar que Maradona venÌa come- tiendo desde hacÌa aÒos el pecado dc ser el mejor, el

delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder

manda callar y cl crimen de jugar con la zurda, lo cual,

seg ̇n el PequeÒo Larousse Ilustrado, significa ́con la

izquierdaa y tambiÈn significa ́al contrario de como se

debe hacera.

Diego Armando Maradona nunca habÌa usado estimu- lantes, en vÌsperas dc los partidos, para multiplicarse el

cuerpo. Es verdad que habÌa estado metido en la cocaÌ- na, pero se dopaba en las fiestas tristes, para olvidar o

ser olvidado, cuando ya estaba acorralado por la gloria y

no podÌa vivir sin la fama que no lo dejaba vivir. Jugaba

mejor que nadie a pesar de la cocaÌna, y no por ella.

...l estaba agobiado por el peso de su propio persona- je. TenÌa problemas en la columna vertebral, desde el

lejano dÌa en que la multitud habÌa gritado su nombre

por primera vez. Maradona llevaba una carga llamada

Maradona, que le hacÌa crujir la espalda. El cuerpo como

met·fora: le dolÌan las piernas, no podÌa dormir sin pas- tillas. No habÌa demorado en darse cuenta de que era

insoportable la responsabilidad de trabajar de dios en

los estadios, pero desde el principio supo que era impo- sible dejar de hacerlo. ́Necesito que me necesitena, con- fesÛ, cuando ya llevaba muchos aÒos con el halo sobre

la cabeza, sometido a la tiranÌa del rendimiento sobre- humano, empachado de cortisona y analgÈsicos y ova- ciones, acosado por las exigencias de sus devotos y por

el odio de sus ofendidos.

El placer de derribar Ìdolos es directamente proporcio- nal a la necesidad de tenerlos. En EspaÒa, cuando Goi- coechea le pegÛ de atr·s y sin la pelota y lo dejÛ fuera de

las canchas por varios meses, no faltaron fan·ticos que

llevaron en andas al culpable de este homicidio preme- ditado, y en todo el mundo sobraron gentes dispuestas

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Eduardo Galeano

a celebrar la caÌda del arrogante sudaca intruso en las

cumbres, el nuevo rico Èse que se habÌa fugado del ham- bre y se daba el lujo de la insolencia y la fanfarronerÌa.

DespuÈs, en N·poles, Maradona fue santa Maradonna

y san Gennaro se convirtiÛ en san Gennarmando. En

las calles se vendÌan im·genes de la divinidad de panta- lÛn corto, iluminada por la corona de la Virgen o envuel- ta en el manto sagrado del santo que sangra cada seis

meses, y tambiÈn se vendÌan ata ̇des de los clubes del

norte de Italia y botellitas con l·grimas de Silvio

Berlusconi. Los niÒos y los perros lucÌan pelucas de

Maradona. HabÌa una pelota bajo el pie de la estatua del

Dante y el tritÛn de la fuente vestÌa la camiseta azul del

club N·poles. HacÌa m·s de medio siglo que el equipo de

la ciudad no ganaba un campeonato, ciudad condenada

a las furias del Vesubio y a la derrota eterna en los cam- pos de f ̇tbol, y gracias a Maradona el sur oscuro habÌa

logrado, por fin, humillar al norte blanco que lo despre- ciaba. Copa tras copa, en los estadios italianos y euro- peos, el club N·poles vencÌa, y cada gol era una profa- naciÛn del orden establecido y una revancha contra la

historia. En Mil·n odiaban al culpable de esta afrenta

de los pobres salidos de su lugar, lo llamaban jamÛn con

rulos. Y no sÛlo en Mil·n: en el Mundial del 90, la mayo- rÌa del p ̇blico castigaba a Maradona con furiosas

silbatinas cada vez que tocaba la pelota, y la derrota

argentina ante Alemania fue celebrada como una victo- ria italiana.

Cuando Maradona dijo que querÌa irse de N·poles,

hubo quienes le echaron por la ventana muÒecos de cera

atravesados de alfileres. Prisionero de la ciudad que lo

adoraba y de la camorra, la mafia dueÒa de la ciudad, Èl

ya estaba jugando a contracorazÛn, a contrapiÈ; y en- tonces, estallÛ el esc·ndalo de la cocaÌna. Maradona se

convirtiÛ s ̇bitamente en Maracoca, un delincuente que

se habÌa hecho pasar por hÈroe.

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El f ̇tbol a sol y sombra

M·s tarde, en Buenos Aires, la televisiÛn trasmitiÛ el

segundo ajuste de cuentas: detenciÛn en vivo y en direc- to, como si fuera un partido, para deleite de quienes

disfrutaron el espect·culo del rey desnudo que la policÌa

se llevaba preso.

́Es un enfermoa, dijeron. Dijeron: ́Est· acabadoa. El

mesÌas convocado para redimir la maldiciÛn histÛrica

de los italianos del sur habÌa sido, tambiÈn, el vengador

de la derrota argentina en la guerra de las Malvinas,

mediante un gol tramposo y otro gol fabuloso, que dejÛ a

los ingleses girando como trompos durante algunos aÒos;

pero a la hora de la caÌda, el Pibe de Oro no fue m·s que

un farsante pichicatero y putaÒero. Maradona habÌa trai- cionado a los niÒos y habÌa deshonrado al deporte. Lo

dieron por muerto.

Pero el cad·ver se levantÛ de un brinco. Cumplida la

penitencia de la cocaÌna, Maradona fue el bombero de la

selecciÛn argentina, que estaba quemando sus ̇ltimas

posibilidades de llegar al Mundial 94. Gracias a

Maradona, llegÛ. Y en el Mundial, Maradona estaba sien- do otra vez, como en los viejos tiempos, el mejor de to- dos, cuando estallÛ el esc·ndalo de la efedrina.

La m·quina del poder se la tenÌa jurada. ...l le cantaba

las cuarenta, eso tiene su precio, cl precio se cobra al

contado y sin descuentos. Y el propio Maradona regalÛ

la justificaciÛn, por su tendencia suicida a servirse en

bandeja en boca de sus muchos enemigos y esa irres- ponsabilidad infantil que lo empuja a precipitarse en

cuanta trampa se abre en su camino.

Los mismos periodistas que lo acosan con los micrÛ- fonos, lc reprochan su arrogancia y sus rabietas, y lo

acusan de hablar demasiado. No les falta razÛn; pero no

es eso lo que no pueden perdonarle: en realidad, no les

gusta lo que a veces dice. Este petiso respondÛn y calen- tÛn tiene la costumbre de lanzar golpes hacia arriba. En

el 86 y en el 94, en MÈxico y en Estados Unidos, denun-

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Eduardo Galeano

ciÛ a la omnipotente dictadura de la televisiÛn, que esta- ba obligando a los jugadores a deslomarse al mediodÌa,

achicharr·ndose al sol, y en mil y una ocasiones m·s,

todo a lo largo de su accidentada carrera, Maradona ha

dicho cosas que han sacudido el avispero. ...l no ha sido

el ̇nico jugador desobediente, pero ha sido su voz la

que ha dado resonancia universal a las preguntas m·s

insoportables: øPor quÈ no rigen en el f ̇tbol las normas

universales del derecho laboral? Si es normal que cual- quier artista conozca las utilidades del show que ofrece,

øpor quÈ los jugadores no pueden conocer las cuentas

secretas de la opulenta multinacional del f ̇tbol?

Havelange calla, ocupado en otros menesteres, y Joseph

Blatter, burÛcrata de la FIFA que jam·s ha pateado una

pelota pero anda en limusinas de ocho metros y con chÛ- fer negro, se limita a comentar:

óEl ̇ltimo astro argentino fue Di StÈfano.

Cuando Maradona fue, por fin, expulsado del Mun- dial del 94, las canchas de f ̇tbol perdieron a su rebelde

m·s clamoroso. Y tambiÈn perdieron a un jugador fan- t·stico. Maradona es incontrolable cuando habla, pero

mucho m·s cuando juega: no hay quien pueda prever

las diabluras de este inventor de sorpresas, que jam·s

se repite y que disfruta desconcertando a las computa- doras. No es un jugador veloz, torito corto de piernas,

pero lleva la pelota cosida al pie y tiene ojos en todo el

cuerpo. Sus artes malabares encienden la cancha. El

puede resolver un partido disparando un tiro fulminan- te de espaldas al arco o sirviendo un pase imposible, a lo

lejos, cuando est· cercado por miles de piernas enemi- gas; y no hay quien lo pare cuando se lanza a gambetear

rivales.

En el frÌgido f ̇tbol de fin de siglo, que exige ganar y

prohibe gozar, este hombre es uno de los pocos que de- muestra que la fantasÌa puede tambiÈn ser eficaz.

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El f ̇tbol a sol y sombra

Los dueÒos de la pelota

La FIFA, que tiene trono y corte en Zurich, el ComitÈ

OlÌmpico Internacional, que reina desde Lausana, y la

empresa ISL Marketing, que en Lucerna teje sus nego- cios, manejan los campeonatos mundiales de f ̇tbol y la

olimpÌadas. Como se ve, las tres poderosas organizacio- nes tienen su sede en Suiza, un paÌs que se ha hecho

famoso por la punterÌas de Guillermo Tell, la precisiÛn

de sus relojes y su religiosa devociÛn por el secreto ban- cario. Casualmente, las tres tienen un extraordinario

sentido del pudor en todo lo que se refiere al dinero que

pasa por sus manos y al que en sus manos queda.

La ISL Marketing posee, al menos hasta fin de siglo,

los derechos exclusivos de venta de la publicidad en los

estadios, los filmes y videocasetes, las insignias, bande- rines y mascotas de las competencias internacionales.

Este negocio pertenece a los herederos de Adolph Dassler,

el fundador de la empresa Adidas, hermano y enemigo

del fundador de la competidora Puma. Cuando otorga- ron el monopolio de esos derechos a la familia Dassler,

Havelange y Samaranch estaban ejerciendo el noble de- ber de la gratitud. La empresa Adidas, la mayor fabri- cante de artÌculos deportivos en el mundo, habÌa contri- buido muy generosamente a edificarles el poder. En 1990,

los Dassler vendieron Adidas al empresario francÈs

Bernard Tapie, pero se quedaron con la ISL, que la fami- lia sigue controlando en sociedad con la agencia publici- taria japonesa Dentsu.

El poder sobre el deporte mundial no es moco de pavo.

A fines de 1994, hablando en Nueva York ante un cÌrcu- lo de hombres de negocios, Havelange confesÛ algunos

n ̇meros, lo que en Èl no es nada frecuente:

-Puedo afirmar que el movimiento financiero del f ̇tbol

en el mundo alcanza, anualmente, la suma de 225 mil

millones de dÛlares.

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Eduardo Galeano

Y se vanagloriÛ comparando esa fortuna con los 136

mil millones de dÛlares facturados en 1993 por la Gene- ral Motors, que figura a la cabeza de las mayores corpo- raciones multinacionales.

En ese mismo discurso, Havelange advirtiÛ que ́el

f ̇tbol es un producto comercial que debe venderse lo

m·s sabiamente posiblea, y recordÛ la ley primera de la

sabidurÌa en el mundo contempor·neo:

-Hay que tener mucho cuidado con el envoltorio.

La venta de los derechos para televisiÛn es la veta que

m·s rinde, dentro de la prÛdiga mina de las competen- cias internacionales, y la FIFA y el ComitÈ OlÌmpico In- ternacional reciben la parte del leÛn de lo que paga la

pantalla chica. El dinero se ha multiplicado espectacu- larmente desde que la tele empezÛ a trasmitir en direc- to, para todos los paÌses, los torneos mundiales. Las

OlimpÌadas de Barcelona recibieron de la televisiÛn en

1993, seiscientas treinta veces m·s dinero que las

OlimÌadas de Roma en 1960, cuando la transmisiÛn sÛlo

llegaba al ·mbito nacional.

Y a la hora de decidir cu·les ser·n las empresas

anunciantes de cada torneo, tanto Havelange y

Samaranch como la familia Dassler lo tienen claro: hay

que elegir a las que pagan m·s. La m·quina que con- vierte toda pasiÛn en dinero no puede darse el lujo de

promover los productos m·s sanos y m·s aconsejables

para la vida deportiva: lisa y llanamente se pone siem- pre al servicio de la mejor oferta, y sÛlo le interesa saber

si Mastercard paga mejor o peor que Visa y si Fujifilm

pone o no pone sobre la mesa m·s dinero que Kodak. La

Coca-Cola, nutritivo elixir que no puede faltar en el cuer- po de ning ̇n atleta, encabeza siempre la lista. Sus mi- llonarias virtudes la ponen fuera de discusiÛn.

En este f ̇tbol de fin de siglo, tan pendiente del mar- keting y de los sponsors, nada tiene de sorprendente que

algunos de los clubes m·s importantes de Europa sean

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Eduardo Galeano

DespuÈs del Mundial ë98

F⁄TBOL EN PEDACITOS

Campeones

Brasil no pudo ser pentacampeÛn. Adidas, sÌ. Desde

la Copa del 54, que Adidas ganÛ cuando ganÛ Alemania,

Èsta es la quinta consagraciÛn de los seleccionados que

representan la marca de las tres barras. Adidas levantÛ,

con Francia, el trofeo mundial de oro macizo y conquis- tÛ, con Zinedine Zidane, el premio al mejor jugador del

campeonato. La empresa rival, Nike, tuvo que confor- marse con el segundo y el cuarto lugar, que obtuvieron

sus selecciones de Brasil y Holanda. La estrella de Nike,

Ronaldo, no se luciÛ demasiado. Una empresa menor,

Lotto, dio el batacazo con la sorprendente Croacia, que

entrÛ tercera.

Seg ̇n un reciente estudio cientÌfico publicado por el

Daily Telegraph de Londres, los hinchas segregan, du- rante los partidos, casi tanta testosterona como los ju- gadores. Pero hay que reconocer que tambiÈn las em- presas multinacionales transpiran la camisa como si

fuera camiseta.

Estrellas

Los jugadores de f ̇tbol m·s famosos son productos

que venden productos. En tiempos de PelÈ, el jugador

jugaba, y eso era todo, o casi todo. En tiempos de

Maradona, ya en pleno auge de la televisiÛn y de la pu- blicidad masiva, las cosas habÌan cambiado. Maradona

cobrÛ mucho, y mucho pagÛ cobrÛ con las piernas, pagÛ

con el alma. Cuando ya llevaba algunos aÒos en las can- chas, la crisis lo rompiÛ, y enfermÛ gravemente por

sobredosis de Èxito.

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Eduardo Galeano

Sudamericanos

De los equipos sudamericanos, el que m·s me gustÛ

fue Holanda.

La selecciÛn naranja ofreciÛ un f ̇tbol vistoso, de buen

toque y pases cortos, gozador de la pelota. Este estilo

sudamericano se debiÛ, en gran medida, al aporte de

sus jugadores venidos de AmÈrica del Sur descendien- tes de esclavos, nacidos en Surinam. No habÌa negros

entre los diez mil hinchas que viajaron a Francia desde

Holanda, pero en la cancha sÌ que los habÌa. Fue una

fiesta verlos Seedorf, Reiziger, Winter, Bogarde, Kluivert,

Davids. Kluivert es sutil como Francescoli, y cabecea

como Èl. Davids, motor del equipo, juega y crea juego

mete pierna y mete lÌos, porque no acepta que los ne- gros cobren menos que los blancos en los clubes de Ho- landa.

Africanos

Njanka, jugador de Camer ̇n, arrancÛ de atr·s, dejÛ

por el camino a toda la poblaciÛn de Austria y clavÛ el

golazo m·s lindo del Mundial. Pero Camer ̇n no llegÛ

lejos.

Cuando Nigeria derrotÛ, con su f ̇tbol divertido, a la

selecciÛn espaÒola, y Paraguay empatÛ, el presidente

Aznar comentÛ que ́hasta un nigeriano o un paraguayo

pueden ponerte en tu lugara. DespuÈs, cuando Nigeria

se fue de Francia, un comentarista argentino sentenciÛ

́Son todos albaÒiles, ninguno usa la cabeza para pen- sara. La fifa, que otorga los premios fair play, no jugÛ

limpio con Nigeria le impidiÛ ser cabeza de serie, aun- que el f ̇tbol nigeriano venÌa de conquistar el trofeo olÌm- pico.

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El f ̇tbol a sol y sombra

Las selecciones del Africa negra se fueron temprano

del campeonato mundial, pero algunos jugadores afri- canos o nietos de africanos deslumbraron en Holanda,

Francia, Brasil y otros equipos. Hubo locutores y co- mentaristas que los llamaban ́negritosa, aunque nunca

llamaron ́blanquitosa a los dem·s.

Mundial del 98, las pantallas de la televisiÛn brinda- ron espacio a la emociÛn colectiva, la m·s colectiva de

las emociones, y tambiÈn fueron vidrieras de exhibiciÛn

mercantil

Franceses

El padre de Zidane fue uno de los albaÒiles que levan- taron el estadio donde su hijo se consagrÛ como el mejor

de todos. Zidane es de familia argelina. Thuram, elevado

a la categorÌa de hÈroe nacional por dos golazos, naciÛ

en el Caribe, en la isla Guadalupe, y de allÌ llegaron a

Francia los padres de Henry. Desailly vino de Ghana,

Viera de Senegal, Karembeu de Nueva Caledonia.

Djorkaeff es de origen ruso y armenio. Trezeguet se criÛ

en Argentina.

Eran inmigrantes casi todos los jugadores que ves- tÌan la camiseta azul y cantaban La Marsellesa antes de

cada partido. Una encuesta, publicada en esos dÌas por

Le Figaro Magazine, revelÛ que la mitad de los franceses

querÌa la expulsiÛn de los inmigrantes, pero el doble dis- curso racista permite ovacionar a los hÈroes y maldecir

a los dem·s. El trofeo mundial fue celebrado por una

multitud sÛlo comparable a la que desbordÛ las calles,

hace m·s de medio siglo, cuando llegÛ a su fin la ocupa- ciÛn alemana.

Hubo alzas y caÌdas en la bolsa de piernas.

Aparecido en el semanario uruguayo Brecha

http//www.brecha.com.uy/numeros/n661/contra.html

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Eduardo Galeano

El Mundial del 2002

Modelos

Son dos los campeonatos mundiales de f ̇tbol. En uno

juegan los deportistas de carne y hueso. En el otro, al

mismo tiempo, juegan los robots. Las selecciones

humanoides disputan la RoboCup 2002 en el puerto ja- ponÈs de Fukuoka, frente a la costa coreana.

Los torneos de robots ocurren, cada aÒo, en un lugar

diferente. Este es el sexto. Sus organizadores tienen la

esperanza de competir, de aquÌ a alg ̇n tiempo, contra

las selecciones de verdad. Al fin y al cabo, dicen, ya una

computadora ha derrotado al campeÛn Gary Kasparov

en un tablero de ajedrez, y no les cuesta tanto imaginar

que los atletas mec·nicos lleguen a lograr una hazaÒa

semejante en una cancha de f ̇tbol.

Los robots, programados por ingenieros, son fuertes

en defensa y r·pidos y caÒoneros en el ataque. Jam·s se

entretienen con la pelota. Cumplen sin chistar las Ûrde- nes del director tÈcnico y ni por un instante cometen la

locura de creer que los jugadores juegan.

***

øCu·l es el sueÒo m·s frecuente de los empresarios,

los tecnÛcratas, los burÛcratas y los ideÛlogos de la in- dustria del f ̇tbol? En el sueÒo, cada vez m·s parecido a

la realidad, los jugadores imitan a los robots.

Triste signo de los tiempos, el siglo XXI sacraliza la

mediocridad en nombre de la eficiencia y sacrifica la li- bertad en los altares del Èxito. ́Uno no gana porque vale

sino que vale porque ganaa, habÌa comprobado, hace ya

algunos aÒos, Cornelius Castoriadis. El no se referÌa al

f ̇tbol, pero era como si.